Infiltrado en el KKKlan

Infiltrado en el KKKlan

Basada en una historia real, la fina ironía de infiltrar a un negro en el corazón de la organización que los odia, una mirada histórica para explicar el odio de hoy.



8 Butacas



La historia es real y muy interesante. Un policía negro, el primero en ser aceptado en la policía de Colorado Springs, se las ingenia para infiltrarse vía telefónica en la sucursal local de KKKlan.

Cuando tiene que pasar de la voz a la presencia, lo hace valiéndose de la ayuda de un colega, que es judío, y que a poco de entrar (producto del desequilibrio y la mirada corta de varios de los miembros de la versión local de la organización) consigue llegar a relacionarse con el líder nacional del grupo y casi convertirse en autoridad de su localidad.

Spike Lee filma tan bien, es tan efectivo con su cámara y su dirección de actores, que es un placer desde el primer minuto.

En el elenco se destaca Adam Driver, por sobre todos. Pero el foco está en la historia.

Porque genera tensión en cada encuentro, porque vamos a estar pendientes todo el tiempo a ver si el impostor es descubierto, porque tendremos presente la ironía de la ignorancia de los miembros del clan.

Retratados como medievales, básicos e ignorantes, con una crítica velada o no tanto a esos habitantes del centro de los Estados Unidos que llevaron al poder, con esos argumentos que en la película nos parecen retrógrados, a Donald Trump.

No hay manera de salirnos de esa comparación, que estará presente sobre todo a partir del guión, de lo que se dice, en un contexto histórico distinto, en el que los derechos civiles estaban en plena batalla (hay mucha referencia a los Panteras Negra y el Black Power) pero también la resistencia de los sectores más radicalizados de la comunidad WASP.

La historia es entonces entretenida, irónica, reflexiva, y filmada con la calidad y los golpes de efecto de Lee, su cámara y su banda de sonido son marca registrada, y se disfrutan.

Porque la historia fluye, el policía demostrará que con muy poco, es capaz de ponerse al frente de algo grande, y la intimidad de los encuentros de ambos bandos, el de la organización y el de los estudiantes negros, en paralelo, y poniendo cada uno la cuota de pasión en cada palabra para convencer y emocionar a los seguidores, es una maravilla.

Será es contrapunto en el que el mismísimo Harry Belafonte (ícono de esa lucha de los negros) cuenta un episodio ante un auditorio de estudiantes que vibran con cada inflexión de su voz, y la ceremonia en la que David Duke (encarnado por Topher Grace) un dirigente que desde el KKK saltó a la política de los Estados Unidos con el mismo discurso con algunos años de diferencia, que hoy tiene a Donald Trump en la cima del poder.

Ese contrapunto es exquisito.

El truco resulta, el infiltrado se infiltra sin ser descubierto, y el final es tan trágico como cualquier historia que en algún momento recurre a la violencia demencial para seguir por otros fines las convicciones. Un drama.

Hasta ese momento, que es retratado de manera genial por el director, en el que la ironía se deja de lado, el sentimiento que produce es de enorme tristeza. Eso solo lo logra una historia bien contada.

Hacia el final, una serie de imágenes del propio David Duke reivindicando los dichos del presidente Trump, que de alguna manera según Duke toma su agenda (Put América first) y atentados antiraciales de la actualidad, con escenas de violencia inusitadas, develan el verdadero mensaje de Lee detrás de filmar esta historia de vida: Todo eso que desde la ficción nos parece lejano, de los 60/70 cuando todos los temas estaban por primera vez arriba de la mesa y se discutían de manera violenta, todos los temas están de vuelta en la vida de todos los días de la sociedad norteamericana, nada más que cuando lo vemos en la ficción, al creer que ya pasó, no se nos revelan con la misma contundencia ahora que está sucediendo de nuevo.

Un dilema bien planteado por un director inigualable.

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