Madres paralelas

Madres paralelas

Almodóvar cuenta historias con mujeres como nadie, quizá Woody Allen puede a veces describir esos universos con esa exactitud y belleza. Esta es una historia de identidad.


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Madres paralelas no se presenta como una historia de maternidad, se revela como una historia de identidad, de raíces, de saber quiénes somos y por qué somos como somos.

Una fotógrafa profesional, en sus cuarentas, vive una vida profesional interesante, sin sobresaltos y con la libertad que le da su soledad. Conoce a alguien, un antropólogo correcto, parecería que buen tipo, y sin rasgos que sobresalgan entre la multitud.

Es decir, no es bellísimo, no es gracioso, no tiene cualidades de esas que suelen estereotiparse en la pantalla, es un tipo interesante desde lo intelectual, que se dedica a algo que al personaje de Penélope Cruz, la fotógrafa, le interesa mucho: integra un equipo de antropología forense, de los que como el célebre grupo argentino, se dedican a buscar restos en fosas comunes, en excavaciones, para trabajar en identificar, clasificar, devolver dignidad a esos huesos perdidos.

La historia de su bisabuelo enterrado clandestinamente en una fosa durante la guerra civil española es motivo suficiente como para que ese hombre, sin otro atractivo que eso que hace, se acerque a ella de manera profesional primero, dulce después, y definitivamente importante para siemrpe.

Una noche de intimidad resulta en un embarazo, que él no puede aceptar con responsabilidad, tiene familia y esposa enferma, pero que ella quiere llevar adelante a como sea, es un momento de su vida en el que la maternidad parece ideal, llega por azar, por un capricho quizá del destino, pero llega y se arraiga, no duda en que va a seguir adelante con ese embarazo y esa posibilidad.

Así transcurre parte de la historia, que desemboca en un hospital y en una habitación compartida con otra mujer a punto de dar a luz.

En este caso no es una mujer madura como Penélope, es una adolescente, bastante distinta en historia, formándose y debatiéndose en esos años difíciles de no encanar en ningún lado. Madre actriz, padre empresario que vive en otra ciudad, y una crianza sin ejemplos, sin bordes, sin amor.

Dos embarazos no buscados, pero uno querido y el otro una incógnita. 

Las dos, Milena Smit es la otra protagonista, se vinculan en ese cuarto mientras esperan, mientras hacen su trabajo de parto, de manera que intuyen que va a ser duradera.

Almodóvar cuenta con saltos en la historia, no se detiene en detalles, es una aplanadora que no necesita de detalles para decir, para hacernos entender por dónde vamos, cierra los ojos (recurso que usa bastante, el fade out lento, cadencioso) y los abre en una situación en la que además, el tiempo pasó, pueden pasar un par de años incluso, y eso es de una virtuosidad asombrosa.

Cuando salen a la vida, cada una con su hija, no sospechan que el destino las juntará pronto, y que va a ser de una manera sorpresiva e inesperada.

La película tiene esta historia como central, esas vidas de esas maternidades tan distintas, y a la vez tan iguales a la hora de las dudas, de las incertidumbres, pero también tiene otra historia, la de la fosa, que se cuenta en paralelo y nos interpela también con preguntas y con grietas abiertas todavía.

Historia y presente para devolver las vidas robadas, las historias inconclusas, las historias que no pudieron terminar de contarse.

Ese hecho sorpresivo entre ambas madres, derivará en una decisión del personaje de Cruz que es arriesgada y muy interesante como lo resuelve la historia, una decisión difícil que se tomará en un momento también difícil.

Hacia el final, otra vez con un salto temporal y un cambio de clima, las historias confluirán, las vidas del antropólogo y la fotógrafa se volverán a cruzar, para desenterrar ese antepasado y para volver a unirse como padres en un nuevo embarazo, y nos habremos terminado de disfrutar una historia distinta, contada por un director que sabe todo, que filma historias que nos ponen siempre al límite, que conoce el universo femenino, que equilibra colores con música exquisita, con texturas, con universos y que es capaz de sacar lo mejor de sus intérpretes.

Penélope Cruz está excelente, y carga sobre sus hombros un papel muy complejo y de gran belleza humana.

Se disfruta a pesar del desconcierto que la trama y la historia pueden generarnos.


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