Porno y helado

Porno y helado

Hay un cambio importante en el humor que disfrutamos los argentinos, masivo sin ser televisivo, con un lenguaje y tiempo diferente, pero muy interesante.


7 Butacas



Martín Piroyanski es el creador absoluto de este lanzamiento reciente de la plataforma Amazon, y es una apuesta muy interesante desde varios puntos de vista. 

Para los que nos criamos con la Televisión, y pasamos hermosos momentos a partir de Olmedo y Darío Vítori, para nombrar dos opuestos, este nuevo sendero (no tan nuevo) de nuestra comedia, es muy efectivo y muy honesto.

Hay un cambio de era, no nos reímos de lo mismo a medida que pasa el tiempo, y esos cambios se reflejan en los estilos de comedia. Otro temas, otro abordaje, el absurdo, lo físico, la ironía, el manejo de las cuestiones sexuales, el poder y la belleza y fealdad, todo se reescribe y tiene que necesariamente que reinventarse para adaptarse a las nuevas audiencias.

Piroyanski encarna este proceso como pocos.

Y es capaz de captar ese clima de época construyendo una historia de amistad muy porteña, tomando todo lo que hoy tiene disponible.

Mezclando un elenco hecho de celebridades de las redes sociales, actores consagrados no tan conocidos, dos clásicos como Posca y Susana Giménez, y mezclando teorías conspirativas, mucha bizarrez y mucha pero mucha ironía.

En este punto una reflexión, Susana Giménez es pésima actriz, tiene un carisma a toda prueba, pero no he visto un solo rol suyo que estuviera bien resuelto. Ni siquiera La Mary.

La historia gira alrededor de dos amigos, Ramón y Pablo, treitañeros, muy distintos entre sí, cuyo programa de viernes a la noche es ver videos porno comiendo helado. Nada más que eso, es decir, eso no implica ninguna actividad sexual o de otra naturaleza.

Un corte de luz imprevisto hace que tengan que interrumpir el plan clásico y los hace cruzar por primera vez a un bar de la vereda de enfrente de la casa de Ramón, un bar de taxistas.

Ahí, el encuentro con una piba muy despierta, estafadora siempre a punto de explotar, cambiará sus vidas y los embarcará en una historia muy vertiginosa y muy divertida que arranca con el compromiso de tocar en un boliche a una semana vista como si fuesen una banda consagrada sin que ninguno de los dos haya tocado un instrumento en toda su vida.

Todo será enredo, situaciones de comedia muy al límite, música, encuadres, gags y absurdo.

La historia tiene un dinamismo y una complicidad con el que mira que son contagiosas y además un registro (esto si deja quizá mucha gene afuera) muy de redes sociales, Tik Tok, Instagram, que hace todo mucho más explícito.

Una nueva forma de humor, muy adaptada a estos tiempos, muy bien construida y muy bien actuada.

El trío protagonista tiene una solidez entre ellos y despliega una capacidad y un abanico de recursos interesantísimo, lo mismo que algunos de los personajes secundarios (Harry el taxista, los músicos que contratan) que son creaciones muy interesantes.

Nos hace reflexionar sobre aquello de lo que nos reímos, cómo funciona hoy en nuestra sociedad, cómo abordamos temas complejos que antes nos hacían reír y ahora serían cancelados, y sobre todo, al desaparecer casi el humor de la televisión (o lo que queda de ella) cuáles son los dispositivos para generar comedia.

Está muy bien todo, sobre todo el registro de comedia nuevo, lleno de situaciones absurdas, de silencios incómodos, de guiños al espectador y de incomodidades, y la trama que sustenta la historia.

No es necesario conocer la trayectoria de los actores, que tienen éxito fuera de este formato, pero a veces puede pasar que los desprevenidos quedemos afuera de alguna complicidad.

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