The sound of freedom

The sound of freedom

Una piña al mentón cuando estamos distraídos, una película feroz que se cuenta entre contraluces y voces bajas, demasiado tema para meterlo en una película.


No va con butacas esta vez, es otra cosa

Quiero decir, más allá de la polémica en todo el mundo en su proyección, polémica que no alcanzo a entender, hacia el final, con los títulos del final, aparecen los datos que la sustentan, hoy hay en el mundo más esclavos que en cualquier otro momento de la hstoria del mundo, y el porcentaje mayor de esos esclavos, son niños.

Jim Caviezel es Tim Ballard, un agente especial de Home Security de Estados Unidos, cercano a su retiro, padre de familia numerosa (Mira Sorvino es su esposa, muy desaprovechada en la película, pocas escenas y casi nunca de frente) dedicó toda su vida a desbaratar redes de pedófilos, sabe buscarlos, buscar sus movimientos de dinero, sus ramificaciones, sus cloacas, pero es conciente de que pocas veces puede salvar a los niños, protagonistas involuntarios de esa miseria.

Hasta que un caso lo lleva a conocer y rescatar a uno nene de Honduras, que fue secuestrado junto con su hermana, y cuyo rastro se perdió en las canaletas de esa actividad despreciable.

Los niños son vendidos como mercancía sexual, y hay quién paga por eso. Paga para tener sexo con ellos, y a veces, como en el caso de la hermana del niño rescatado, para esclavizarla lejos de su casa, en la selva colombiana.

En un último caso, al que se va a entregar de manera personal perdiendo todo el apoyo de su agencia, al involucrarse de manera personal, querrá ir hasta el final, llegar a rescatar a la hermana que todavía no es ni adolescente, para volver a unir a esa familia y poder retirarse en paz.

No es una película clasificable, de alguna manera funciona como una ficción que tiene un mensaje que contar, de manera que solo pretende no desentonar demasiado para hacer creíble ese mensaje, no hay que esperar una película ni técnica ni actoralmente destacada. Solo tiene que discurrir, impactar, emocionar. Y lo hace.

Hay mucho plano de Caviezel (fue Jesús en aquella película memorable de Mel Gibson, que esta vez es productor, y de alguna manera un gran respaldo para meter este tema en la discusión grande en la industria de Hollywood) llorando, emocionado. No hay casi violencia, más allá de la que se sugiere que le ocurre a esos niños.

La película se cuida de esos golpes bajos, no veremos jamás nada que nos disguste desde el punto de vista del decoro, no hace falta, con ver unos ojos mirando en una pantalla una supuesta escena con niños nos alcanza para entender el horror.

Los personajes, sobre todo los abusadores, los pedófilos que viven en las redes, en la deep web y ofreciendo y traficando con criaturas, están tan bien elegidos, que nos da a los espectadores ganas de meternos en la pantalla.

Lo dicho, es un mensaje que viene con una película adosada, no entiendo por qué con polémica. Funciona.


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