Más respeto que soy tu madre

Más respeto que soy tu madre

Este texto de Casciari tiene un gran recorrido, blog, teatro, radio, y su paso a la pantalla no es el mejor de los caminos.


4 Butacas



La historia es sana, familiera, tierna, evocativa, nos mete de lleno en nuestras propias historias familiares y nuestros lazos. Pero hay algo en la manera de contarla, en el ritmo de la película, que no termina de honrar ese texto.

Mirta es el centro de esta familia, de 50 años, es la narradora y el sostén racional y amoroso de una familia tan disfuncional como la de cualquiera.

Viven en Mercedes, y atravesaron todo juntos, sobre todo la malaria que cada 10 años más o menos cíclicamente azota a nuestro País.

Casi que hay que resetear y empezar de nuevo cuando una de esas rachas malas sucede.

Así hay referencias a la híper de Alfonsín, y tantas otras pálidas.

El tema es que esta vez tocaron fondo en serio y Mirta (un papel muy adecuado para Florencia Peña, que es una gran comediante y da muy bien en esos personajes fuertes y graciosos) tiene que ponerse todo al hombro una vez más. Amplío, Peña es una de esas actrices capaces de meternos en esos universos de mujeres fuertes, graciosas, pero a la vez sensuales. Una italiana clásica.

Su marido es el gordo, Guillermo Arengo, buenazo que acompaña las decisiones de su esposa. Fue despedido de la fábrica en la que trabajaba y después todo fue changa.

Los tres hijos del matrimonio son especiales, uno gay con estudios y los otros dos muy encerrados en sus estereotipos pueblerinos, con adolescencias incomprendidas.

El abuelo es Diego Peretti, un nonno especial, que es cuarta generación de pizzeros, pero que dedicó su vida al rock y a la marihuana, dejando venir abajo a esa vieja pizzería que estuvo en la familia por años.

La historia es una historia de familia, de lazos, de costumbrismos y de gente que se levanta a fuerza de amor filial.

El devenir de la historia y cómo está contada es lo que tiene huecos y baches que la hacen difícil de seguir y disfrutar.

Hay gags (algunos muy graciosos) pero es como que el ritmo y los textos no acompañasen, como si los remates llegaran lentos, y sobre todo le exige a Peña un nivel de adrenalina al caerle la continuidad narrativa sobre los hombros, que hacen que su personaje que debería brillar y volar, tenga que parar para contarnos cosas.

Peretti compone a un abuelo italiano, esmerado, concentrado, pero demasiado caricatura. Si está buscado así, no creo que sea tan funcional a la trama. Sobreactuado en algunos pasajes.

Si está bien la búsqueda del absurdo, pero no tengo claro que ese sea el registro, porque a veces se sale demasiado de ese camino.

Hay algo de los viejos Campanelli, algo de esos programas de los domingos antes de almorzar en familia (costumbre extinta) que a los que tenemos algunos años nos llena de alegría volver a ver, pero que deja a muchos afuera.

Y la otra referencia obligada es Esperando la Carroza, aunque sin ese brillo y mucho menos sin la sorpresa.

Resumiendo, no funciona bien, pero sobre todo por ese paso cansino, ese segundo de más que hay en los remates, esa pérdida de registro que se produce cuando hay que pararse a explicar.

A veces los textos buenos no funcionan tan bien en todos los formatos.

Comentarios

Entradas populares