The covenant

The covenant

Un opus guerrero de Guy Ritchie, que sabe cómo filmar y es quizá lo mejor de esta película de guerra recientemente estrenada. De guerras modernas, de ocupación, de tecnología, pero en la que el honor también está presente.


5 Butacas



Es una película de guerra, tiene que ver con Afganistán y la ocupación y presencia de los soldados norteamericanos en ese suelo. Buscando armas, buscando planes de destrucción, buscando líderes.

Jake Gyllenhaal es el sargento John Kinley, un profesional de las armas, con mando y coraje, que se muestra desde el comienzo convencido que la presencia norteamericana en esas tierras (áridas y desiertas, cada vez que veo una película ambientada ahí pienso lo mismo, alguien vive entre ese polvo?) es una cuestión vital para salvar al mundo.

Tiene mando, tiene convicción y tiene coraje.

Para poder desplegar sus misiones, necesita siempre tener cerca a un traductor, alguien que lo ayude con ese idioma de infieles.

Le presentan para sumar a su escuadrón a Ahmed, interpretado por Dar Salim, un buen actor local que ya hemos visto en películas europeas, y será sus oídos y sobre todo sus palabras en cada misión que encaren.

Pero Ahmed no es fácil de arriar, se revela contra las órdenes del sargento cuando sabe que lo que van a hacer es peligroso, y trata de advertirlo por todos los medios. El sargento sabe que con ese trabajo Ahmed está arriesgando su vida y la de su esposa e hija.

Ahmed también tiene un sueño, poder obtener como pago las tres visas para irse a vivir a Estados Unidos.

Tierra de libertad...

La película de Ritchie es mejor cuando filma la acción, cuando despliega su cámara con la solvencia que le conocemos, que cuando intenta ser íntimo.

De todas maneras, la acción por sí sola nos hace ver que entre esos dos hombres se está solidificando una relación que perdurará y que será un verdadero pacto de honor como sugiere el título.

Una misión que sale mal, mueren todos menos ellos dos, el sargento malherido es llevado casi en hombros por el desierto por ese traductor que se pondrá la vida de su superior literalmente sobre su espalda, para devolverlo a su ejército.

Esas imágenes de ese viaje son lo mejor de la película, cómo lo oculta de las patrullas talibanas, cómo lo camufla entre alfombras, filmado todo con la subjetiva de Ritchie que nos hace ver todo desde una perspectiva impresionante.

Lo que sigue es la vuelta del sargento a su casa, y el intento desesperado por ayudar a su ex traductor, luchando contra una burocracia absurda y siniestra, que entierra todo lo que en los papeles los mismos norteamericanos dicen que hacen.

Nada sale, todo es burocracia y espera, mientras el sargento sospecha que la vida de esa familia está en peligro (lo sabe, se tienen que mudar todo el tiempo, el hecho de haber ayudado a un infiel a que no muera y haberlo regresado con su gente puso precio a su cabeza).

Podemos imaginar lo que sigue, el sargento volverá a jugarse el pescuezo para ayudar al que lo ayudó a no morir, poniendo en peligro nuevamente su vida, con el auxilio de unos mercenarios norteamericanos que desde lo civil, cobrando mucho dinero, arman operativos especiales de rescate con armamento y logística que ni el ejército tiene.

Es un intento por mostrar lo que no salió bien en esa campaña lejana del ejército norteamericano. Aunque se queda a mitad de camino y solo insinúa.

Al final vemos a los protagonistas de verdad de la historia, los héroes de verdad, a los que Guy Ritchie nos mostró más cerca de ames Bond que de un soldado de verdad.

Ritchie es un buen director, pero se repite, se repite en sus formatos y trucos, lo que hace que sus películas se pareszcan aunque formalmente no tenga nada que ver Afganistán con Londres.


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